lunes, 27 de noviembre de 2023

Ella era YO.

Todo yo; sólo yo; por encima de todo, yo.

Pero no yo, mi "yo". Sino su YO.

En justicia, era extremadamente generosa. Pero egocéntrica.

Generosa con lo que no le importaba, no le costaba, no era "suyo".

Egocéntrica porque siempre estaba en el centro, tendía a ocupar el centro. Y lo ocupaba.

En su trabajo, en sus relaciones, en sus amistades, en su familia.

De hecho para ella no eran "su círculo". Eran su "núcleo". Porque estaban dentro de ella, no a su alrededor.

Y ella era el centro de "su núcleo", los atraía hacia sí y los mantenía fundidos a ella.

Conocerlo todo, saberlo todo, controlarlo todo.

Y le suponía trabajo y esfuerzo. Y a veces se quejaba. Pero no los soltaba.

Quería y necesitaba ser el centro.

Y todos a su alrededor se dejaban.

Simplemente flotaban llevados por las corrientes que ella generaba y controlaba.

Era muy cómodo, eran felices. No tenían que pensar, no tenían que decidir. Todo les venía dado.

Y ella no daba otra opción, porque lo necesitaba. Por encima de todo. Era su razón de ser.

Todos giraban en torno a ella.

 

Por eso quienes no estaban en el "núcleo" salían despedidos. Su fuerza centrífuga los lanzaba al exterior. Los alejaba.

Por más que intentaran aferrase al núcleo, su cascarón les hacía resbalar.

 

Al final yo también salí despedido.

Simplemente, me despidió.

Sin previo aviso, ni indemnización.

RIP.



sábado, 3 de octubre de 2015

Siendo tres...


Se dijo que a la tercera sería la vencida.

Pero, no habiendo dos sin tres, era previsible lo que podía pasar.

Siempre fui de los que creían más en la ilusión de los tres Reyes Magos que en la moraleja de los tres cerditos.

Aunque, es cierto que siempre he estado buscándole tres pies al gato. Y ningún banco de tres patas me era suficiente.

Conseguí unirme a los tres mosqueteros e hicimos de trío calavera, hasta que de tanto triscar acabamos pareciendo tres tristes tigres.
Así que tras mucho terciar, encontré mi media naranja. Pero sólo le permití que tomara un tercio.


Y ya en barrena, me la jugué encendiendo el tercer cigarro con la misma cerilla.


Al final llegó el tercer grado.

Mi ilusión de formar un trío quedó zanjada con un lacónico: "tres son multitud".

Y siendo el tercero en discordia, acabé tres veces más sólo.


Ahora, tras treinta años y un día, he encontrado la paz. Por fín precibo el mundo en equilibrio, desde mi tercer ojo.

jueves, 20 de octubre de 2011

A la segunda...

Cuando recorro mi larga vida y pienso en todas las ciudades que he conocido, todas las personas que se han cruzado en mi camino, todas la mujeres que he amado y todos los lugares en que lo hice, acabo siempre concluyendo que aquello no merecía la pena.


El viaje de por si era una obligación antes que un placer y la única aventura que pudo generar fue la búsqueda infructuosa del equipaje perdido y la lucha por contener mi indignación y mi furia ante los torpes empleados de su reclamación. La llegada de noche, con aquella pesada humedad y aquella triste desolación de las calles empapadas, no me provocaban ninguna ilusión por aquel lugar.

La falta de entendimiento con el idioma local personificado en el impenetrable taxista no fue sino un rocambolesco preludio a aquel inacabable, sórdido y cargante deambular por esa suerte de laberinto de callejas, pasajes, puentecillos herrumbrosos y pasadizos oscuros que fue mi único acercamiento al corazón de la ciudad.

Quizás por todo ello cuando el vehículo se detuvo bajo aquella triste luz, su rubia melena y el casi inapreciable brillo de sus indefinibles ojos, atrajeron mi atención y amortiguaron mi desesperación. Eran la señal de la única salida a aquella opresiva sucesión de rincones y silencios.

Un simple gesto, una sola palabra y una intensa mirada en unos inmensos ojos, rompieron el hechizo y al tiempo que me liberaron de la prisión de aquel cubículo, me empujaron a la servidumbre de aquella mujer. Ella, sorprendida y al tiempo segura, se ofreció a acompañarme y mostrarme el camino de mi hotel. Y así comenzó un suave y dulce paseo que nos aisló del mundo que nos había llevado hasta allí, durante aquellas las dos siguientes jornadas.

Al principio todo fue ilusión, que empujada por la curiosidad, se vistió de confidencia para dar paso a la intimidad y esta se convirtió en pasión cuando los corazones y los intelectos dejaron de jugar para acordar una maravillosa tregua, que se selló con el armisticio del enamoramiento.
Y nos amamos. Y volvimos a hacerlo. Varias veces. Y duró apenas unas horas adornadas de secretos, caricias, risas y besos. Y cuando finalmente nos separamos ni ella se quedó, ni yo tuve que irme. Y ambos flotábamos en la mente y el corazón del otro. Y ambos descubrimos un amor al que habíamos renunciado y queríamos olvidar, porque los sueños más crueles son aquellos que se sueñan.

Y después durante un tiempo ambos depositamos nuestra esperanza y nuestra pasión en una correspondencia cargada de intimidad y de guiños escritos que trataban de crear una realidad sobre el papel que separaba los miles de kilómetros de nuestra desesperación. Y la llama se mantuvo y hasta se avivó, pero no dejaba de ser la simple ilusión de unas sombras proyectadas en la piedra que cerraba la entrada de la cueva de aquella relación inesperada y sorprendida que nos había nacido sin avisar.

Y cuando finalmente la distancia y la necesidad desaparecieron, un rayo fugaz remedó aquel pasado que era ya tan lejano que apenas existió. Y nos amamos una única y última vez.

Y tan fácil como surgió, se extinguió.

Y no hubo nada más.

Es cierto que yo no pude admitir lo que yo mismo propuse y acepté. Y que ella apenas si volvió la mirada.

Y el resentimiento entró por la puerta cuando todo lo demás se escurrió entre los dedos.

Y el odio de la pasión avivó el olvido del amor. Y ya nunca volvimos a intentar saber el uno del otro. Y sufrimos. Permanentemente.

Al fin y al cabo tratar de olvidar a una persona es, simplemente, otra manera de seguir pensando en ella…

domingo, 27 de julio de 2008

la primera vez...

Decía John Gunthermann Briggs, durante una conferencia en la Universidad Sabina Berman de México D.F., en contestación a la pregunta realizada por uno de los estudiantes de Crítica Comparada, acerca del origen de los pensamientos más profundos de la civilización, que desde luego él tenia dos momentos en que encontraba su mente especialmente lúcida y limpia y en los que surgían las ideas mas claras y acertadas.
Uno era en esos momentos de semiinconsciencia somnolienta en que se deambula por el límite entre los sueños y la realidad y otro era en la ducha. "Y de los primeros normalmente no suelo acordarme" concluyó.

Hay un dicho que sentencia que a buen entendedor con pocas palabras bastan.

Con ello no queda mucho que decir sobre el título de este blog.
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La primera vez siempre es especial. Un@ normalmente pone muchas ilusiones y de hecho pone sus ilusiones, que no la realidad, entre sus expectativas y por ello la situación siempre es fantástica... es decir totalmente producto de la fantasía. Casi siempre el resultado es desalentador y decepcionante. La fantasía es inalcanzable. Pero el éxito está en disfrutar del antes y del momento y no del resultado.

Esta primera vez, por eso y por tan largamente deseada, ha sido maravillosa... seguiré aqui.